viernes, 30 de marzo de 2007

4 de 4 en San Antonio de los Cobres

La excursión de ayer fue a Salinas Grandes. Me pasaron a buscar a las 7 menos cuarto, después de haber estado lloviendo toda la noche, y el guía nos anunció que posiblemente encontraramos alguna de las rutas cortadas y tuviéramos que dar algún rodeo. El grupo lo formábamos, además de guía y chófer, un australiano, cuatro alemanes (dos y dos), un italiano, una argentina y el que escribe. Esti cura (o sea, uno mismo), el más viejo, de largo, del grupo. Sólo el chófer era mayor que yo.

En la parada de avituallamiento típica de comienzo de tour, seguramente en alguna tienda en la que alguien tiene comisión, dos alemanes y el australiano se bajan y suben con un cargamento de birras, tabaco y una especie de gusanitos a las 7 de la mañana. Otro buen comienzo, pienso. Por supuesto, el australiano traía una bolsa de hojas de coca (apunamiento, bendita excusa) que si fuera forraje, un burro no podría con ella.

Salimos camino de San Antonio de los Cobres (3.870 metros de altitud), y atravesaríamos las rutas 51, 40, 52 y 9. Paramos en la Quebrada del Toro y le pedí al aussie un par de hojas de coca que comencé a masticar, cuando nos dicen que hay que dejarlas en las encías, chuparlas y tragar el jugo. Escupí la marranada de la boca y el austra me ofreció de nuevo material del cargamento que llevaba.

Antes de que me diese cuenta, paramos en un pueblo que se llamaba Santa Rosa del Tastil, a 3.354 metros de altitud, y, hasta ahora, como si viajase de Oviedo a Colloto. Estuve andando un poco por la única y principal calle del pueblo, y de momento, lo único que sentía era un levísimo dolor de cabeza. Joder, pues va a resultar que sólo se apunan las ursulinas, vuelvo a pensar.

Continuamos camino hacia San Antonio de los Cobres y nos detuvimos en el Abra Blanca, a 4.080 metros de altitud, el punto más elevado del viaje. El efecto de la coca no puede ser, porque en el tour hay gente que ha tomado coca y gente que no y todos estamos bien. Bueno, el austra a estas alturas tenía la bolsa mediada y yo flipando con él. O tiraba la hierba por la ventana o él acabaría cayendo por ella.

Comimos en San Antonio de los Cobres, en concreto bife de llama (4/4), una carne sin grasa ni colesterol, pero muy seca. Donde esté el bife de chorizo, que se quite la llama y que se ponga muy lejos. Después salimos hacia Salinas Grandes, en un viaje muy chulo de paisaje, como hasta el momento, pero monótono, y, en la vuelta, encontramos otra manifa de indígenas que tenía cortada la ruta 52, protestando para que el gobierno cumpliera sus compromisos sociales. ¿Alguien los cumple en Argentina?

Ya en la última hora de viaje, después de hacer una parada técnica en Purmamarca, camino de Salta, una tormenta con aparato eléctrico (que diría un redactor de hoja parroquial) de la ost... (esto ya es mío, no del de la hoja parroquial), fundamentalmente rayos, de esos que acojonan de verdad.

Con las mismas me dejaron en el hostel. Salí a cenar, pasé por el cyber con b larga, encontré a la francesita anti-globlalización, charlé con ella cinco minutos del viaje y me fui a sobar, hecho polvo, porque hoy a las 7 me vinieron a buscar para ir a Humahuaca.

A todo esto, la gran duda del viaje se desveló: el australiano aguantó sin pestañear el maratón de floklore salto-jujeño gracias a la coca. No era para el mal de altura.

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