"Es mi familia", me dijo con ternura.
Era mi primera visita a su casa, y le pidió a una de sus hijas que me la enseñara. Detuve el paseo protocolario delante de unas fotografías, nada recientes, de las que tomé una en las manos para observarla de cerca, y en la que sólo lo reconocí a él. Era una en color, más desgastado éste que aquélla, se veía un matrimonio con una niña vestida de primera comunión y una adolescente, delante de un altar; me gusta mirar fotografías en las que no soy capaz de reconocer a personas conocidas.
Iba de camino al comedor, se paró a mi altura, y mirando primero a la foto y luego a mi, me sonrió y me dijo: "es mi familia".
Un brillo de orgullo asomó en sus ojos.
