aprende a ver lo que no ves

nacer y morir

No decidimos ni nacer, ni cuando nacer. Un día, de buenas a primeras, se genera un garbancito del que salimos, con toda esa historia de la semillita que los adultos colocan donde ellos saben, claro, y, sin que nadie nos lo hubiera pedido, nos vemos obligados a salir al mundo. Que cada vez está peor, aprovecho para apuntillar.

Y generalmente no decidimos morir, excepto la Verónica de Coelho. Y no sabemos cuando se producirá. Y tengo entendido que alguien lo decide jugando a los dados. Y entonces, vas, y abandonas el mundo, sin despedirte.

Hay muchas presuntas paradojas alrededor de estos procesos. Muchas veces, lo que te mata, como el escorpión que cruzaba la rana, muere contigo. Qué estupida paradoja, ¿no? Como decía la canción de Pedro Guerra, "para que nos vean, nos tapamos el rostro" y "para vivir, morimos".

lo que me gusta de tu cuerpo (julio cortázar)

Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo.
Lo que me gusta de tu sexo es la boca.
Lo que me gusta de tu boca es la lengua.
Lo que me gusta de tu lengua es la palabra.

el blues del pescador

tu presencia

sé que ya estás llegando a casa porque intuyo notarte, porque respiro anticipadamente un aire que me trae tu inconfundible olor a mar y a flores; porque percibo tus movimientos felinos y elegantes; tu caminar firme y frágil; tu voz envolvente, hipnotizante; tu silueta llena de curvas y tu cuerpo muy cerca, lleno de calor.

quiero que estés ya llegando a casa.

fabada en fraynoquiso

in the mood for writing

A Cortázar le oí decir en una entrevista que un día, creo que mientras que viajaba en tren, se le ocurrió pensar sobre un minotauro victima, un poeta acorralado en un laberinto por la sociedad, la misma que pretendía cazarlo por ser distinto. Interesante, ¿no?

No sé si la empatía es una muestra de tolerancia, pero de lo que no lo es, seguro, es de intolerancia. Abrir la perspectiva, pensar que en invierno, por ejemplo, alguien quiera viajar de un país que atraviesa el verano para ir en busca de frío es algo que, simplemente, no se me ocurre. Es muy impactante e inteligente hacer este tipo de reflexiones que, desde mi punto de vista, quedan al alcance solo de unos pocos.

Ahora, alguno de esos pocos podemos ser nosotros. Yo viajo en tren, por si las musas de Cortázar también acostumbran.

museo coconut

Háblame

Despacio. Háblame muy despacio y mejor bajito, por favor, y comienza por contarme de dónde viene tu familia y cómo se conocieron tus padres. Cuéntame todos los detalles de los que te acuerdes, y los que no sepas, invéntalos, pero haz que sea una historia coherente, conexa, completa, sin fisuras, que yo no tenga que esforzarme en pensar en lo que falta; ya no tengo fuerzas para ello. Después tienes otro trabajo que hacerme. ¿Ves ese libro que está encima de la mesa? Quiero que me lo leas, despacio también, sin entonaciones que me distraigan de sólo escucharte.

Sosegado pero en proximidad de imbéciles

Llevaba un tiempo creyendo que sólo el desasosiego, la intranquilidad del alma de la que escribía Pessoa cosas muy interesantes, es capaz de hacer que las musas se vengan y se vayan. Y me he dado cuenta que no, que gracias supongo al imbecilismo, he encontrado de nuevo filón sin necesidad de presencia virtual o real femenina motivante próxima.

Conozco, muy a mi pesar, como Filomeno, a una cantidad importante de imbéciles. Gente de esa que es mediocre, que te da una pereza enorme escucharlas; por contraposición con esas otras que cuando hablan, estés haciendo lo que estés haciendo (si, mi amor, lo que estés haciendo) tienes que pararte a escuchar, porque sabes que lo que saldrá de ahí será oro. Lamentablemente, son muchos menos, pero aún los hay.

Con todo esto, sirva este texto para agradecer a esa legión de estúpidos el mero hecho de su existencia, puesto que me han devuelto algo que sabía latente pero que no tenía la menor idea de como hacerle despertar.

varios de houston again