lunes, 19 de diciembre de 2016

será mejor que desaparezca por un tiempo (I)

He pensado muchas veces cómo escribir esta historia, pero nunca he sabido cómo hacerlo, porque lo que me ha sido contado me resulta extraño e increíble. Intentaré hacerlo de la forma más sencilla posible.

Hace unos años, viajé, por trabajo, con una frecuencia mayor que mensual, a una ciudad de los Estados Unidos, cuyo nombre es irrelevante en esta historia. Me alojé casi todas las veces, creo que unas diez, dentro de un mismo año natural, en un hotel del downtown, del centro, a unos cinco minutos caminando de las oficinas donde trabajaba. Era un hotel correcto, catalogado como de cuatro estrellas, que todo el que viaja sabe que son distintas de las europeas, que seguro que hacía diez años incluso había sido lo más moderno de la ciudad, pero al que ya se le notaba, en cierto sentido, un poco desfasado y con los días de gloria casi olvidados. El restaurante era al mismo tiempo el área de desayunos, se encontraba al lado del mostrador de recepción y era muy acogedor, pese al hecho de no ser precisamente pequeño.

El desayuno era mejor de lo que cabía esperar por la calidad del hotel, mucho mejor, diría, y tenía ciertos delicatessen muy por encima del resto de manjares: una exquisita mermelada de naranjas amargas, una excelente y amplia colección de frutas de bayas y las riquísimas tortillas que, sobre la marcha, preparaba una cocinera sudamericana.

(CONTINUARÄ)

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