martes, 11 de marzo de 2014

el profesor Nulaem - capítulo quinto

Martes de madrugada, 3 am. Pobres de aquellos que padezcan de insomnio, porque ni suyo será el reino de los cielos ni hay nada que ver en la tele por la noche. Bueno, casi nada, porque zapeando en busca del profesor encontré un didáctico concurso en el que rellenaban crucigramas on line que completaba una azafata semi desnuda que se parecia mucho a Karolina. No me acuerdo bien ahora si lo que completaba eran palabras o si giraba una noria, detalles nimios, pero si de que tengo que poner el despertador para levantarme mañana a la misma hora para ver como termina el concurso.

En fin, que en nombre de la cultura, ensimismado como estuve casi media hora en adivinar la canción que bailaba Karolina con tanta sensibilidad como poca ropa, llegué al canal 36 de mi televisión tarde suficiente como para no verle la cara a un tipo vestido de zíngaro que se retiraba tras un decorado descolorido muy cutre, pero a tiempo para ver sobreimpresionado el nombre del profesor Nulaem, y su número de teléfono, que terminaba en 54 en vez de en 45, como yo pensaba. No lo he dicho hasta ahora, pero soy un experto en recordar números, tremenda estupidez, lo sé, igual que recordar el nombre de actores de cine porno finlandeses, otra extraña, inquietante y dudosa habilidad de la casa.

Apunté el número mientras en negro se fundía la tarjeta de presentación de nuestro querido profesor, y fui a buscar la publicidad que aún guardaba. Efectivamente, fuera falsas modestias, el número que figuraba era el que yo recordaba. Volví a releer los casos en los que estaba especializado y de nuevo me sorprendí de la versatilidad de Nulaem. Era, sin duda, un renacentista de los asuntos del corazón, un experto en todos esos campos, era un Leonardo moderno; yo diría que más Dantes que Da Vinci, por abundar en el detalle y por el aspecto con el que yo me lo imaginaba, pero un Leonardo, al fin y al cabo. Y espantaba demonios.

Como ya era un poco tarde, dejé para el día siguiente la idea de telefonear de nuevo para pedir consulta con Nulaem y me fui a la cama no sin casualmente comprobar que Karolina no se había quitado aún toda la ropa. "Debo aprender a programar el grabador de deuvedés", recuerdo que no me acuerdo porqué me lo dije.

(CONTINUARÁ)

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