lunes, 10 de marzo de 2014

el profesor Nulaem - capítulo cuarto

Me encaminé hacia casa cabizbajo, como el amante que sabe que lo acaban de rechazar a las primeras de cambio, sin palabras, sólo por gestos, casi sin haberle dado oportunidad a desplegar sus habilidades, las pocas que se habían salvado del naufragio del ego. Cociné algo rápido para cenar y lo digerí mientras veía "El tercer hombre" por enésima vez. Y por enésima vez sentí esa mezcla de angustia y nervios hasta que aparece Harry Lime.

Al día siguiente, concentré mis miedos en la cena de esa noche, en casa de Pedro, un compañero de trabajo portugués casado con una polaca, Lydia, que me habían tendido un cita a ciegas, precipicio por el que había caído sin hacer mucho esfuerzo en sujetarme a ninguna rama del borde. La cena la preparaba Lydia, y, en ausencia de platos polacos con los que deleitar, había pensado en presentar un "porco preto" alentejano (léase la j entre una y y una x española) como plato principal.

De la cena me preocupaba la cita, de la cita, como ir vestido y de como ir vestido, mi mal gusto. Siempre me equivoco en estas ocasiones, siendo estas un eufemismo de modestia por todas, por lo que decidí ir cómodo, por lo menos. Cuando Lydia me abrió la puerta, por el simple y mero hecho de como ella me miró, ya supe que algún color, textil o estilo no encajaban. Porque me tiene otra mirada reservada para cuando no encaja nada.

Me pasó a la cocina, donde me entregó un dossier de Karolina, una polaca amiga de una amiga suya y que pasaría una temporada en España estudiando algo que me dijo y que deduzco no me importó un carajo a tenor de las veces que, según me contaron después, yo le pregunté que es lo que iba a hacer en Madrid esos meses. Lo que si recuerdo es que la tal Karolina era una rubia altísima con un cuerpo impresionante y unas piernas interminables, y yo, a su lado, por mi estatura y mi lamentable nivel de inglés, lo único que hablaba la polacona además de una lengua materna ininteligible, un híbrido entre Paco Martínez-Soria y Alfredo Landa.

Desgraciadamente para mí, lo realmente importante de la cena de esa noche fue que la Karolina en cuestión era una superfanática de los programas esos de videntes que uno sintoniza en la televisión por la noche, de madrugada, haciendo zapping esperando algo más subido de tono. Así, pensé, igual encuentro al profesor Nulaem o igual encuentro algo más subido de tono.

"Sólo tienes cartas ganadoras, es una apuesta segura", me dije.

(CONTINUARÁ)

1 comentario:

Márcia dijo...


Muy bueno! Del capítulo 2 al 3 pensé que me había perdido algo, porque no apareció el ]Dr. Naulen o el Valdivia era él...Otra cosa es que no tengo tanta cultura para entender las várias referencias comparativas...pero muy entretenido! Espero al cuarto,,,

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