lunes, 25 de marzo de 2013

kii kan lë?

Hace unos días, en la cafetería donde habitualmente hago mis deberes de francés, un sábado por la mañana, soleado pero ventoso, me senté como casi siempre en la terraza, resguardado del viento y disfrutando de un poco de sol de invierno, al lado de una pareja de señoras de alrededor de 60 años, a las que no presté demasiada atención, más bien, ninguna. Una de las señoras es de esas que tienen perros estilo caniche a los que les hablan como si fuesen sus hijos y que de ellas mismas les hablan "te lo dice tu mami". En fin.

Al cabo de un rato se fue una de ellas, y yo, centrado en mis "savoir, vouloir, devoir" y demás verbos modales, no me fijé en los mismos de un hombre mayor que se encaminó hacia la que se quedaba, la "mami", pero me pareció, por el rumor de la conversación que tenían, que se conocían.

La "mami" tenía un perrucho que en cuanto aparecía un congénere en las cercanías se ponía a ladrar como si se fuera a acabar el mundo, pero que al paisano no le dijo ni guau. No nos despistemos, que el tema no va con el perro. Resulta que cuando el caballero se marchó, esta señora se puso a hablar conmigo contándome una historia que ni me apetecía oir ni ahora trasncribir, pero mira por donde que me lo han pedido, y como servicial y disciplinado que es uno, allí va.

El hombre en cuestión es un fan incondicional de la "mami" y parece que le persigue por donde va. Vigila la puerta de su casa y, cuando ella sale, trata de localizarla, como ese día en la terraza, y se le acerca para lanzarle algún piropo que ella no atiende con demasiado gusto. Pero parece que no es el único seducido por los encantos de la señora, porque también el ferretero del barrio le lanzó un uppercut oral una vez que ella compró una estantería de colgar en su tienda, y muy amablemente se ofreció para ayudarla a hacer los taladros necesarios (en la pared, malpensados), con la patética frase "dime tu dirección y vete poniendo el vino a enfriar". Sigue habiendo tipos de estos. Y algunas que siguen cayendo. Que tristeza, dios mío.

Me sentí un poco Max (el de "Mary and Max", el que no sepa quienes son, que se aplique, en su forma reflexiva, y en este mismo orden, los verbos joder y documentar), porque no sabía que coño quería la señora contándome la historia: ¿ahuyentar al paisano? ¿aumentar la lista de fans? ¿que apadrinara al perrucho?

Ye lo que hay, Manolín.

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