domingo, 10 de abril de 2011

emigrante versus expatriado

Hay un director de cine que me encanta, José Luis Campanella, argentino, no por obvio debia obviarlo, que dirigió una serie de televisión extraordinaria que se titula "Vientos de agua". Cuenta la historia de un asturiano que tiene que emigrar a Argentina antes de la guerra civil española, tras una revuelta en la Asturias dinamitera de los 30, y de la vuelta de su hijo del Buenos Aires del corralito de principios de siglo XXI, que a su manera también dinamitó Argentina.

La serie está protagonizada por Ernesto y Héctor Alterio en el papel principal, en la Asturias del 34 y el Buenos Aires de finales del 2001, respectivamente. El hijo de Héctor Alterio en la ficción es otro actorazo, Eduardo Blanco, que, cuando decide poner agua de por medio entre el corralito y él volando a España, escucha de aquél decir que lo que estaba haciendo no era emigrar. Emigrar era marcharse en barco como él lo había hecho, tardar meses en llegar a destino, y posiblemente no volver a saber más ni de familia ni de amigos, no tomar un avión que en menos de 12 horas le pondría en Madrid.

Un expatriado, así, no es un emigrante.

Ayer tuvimos una cena de no despedida de un amigo que el lunes se embarca para USA a trabajar, embarcarse quizás no es la mejor forma de expresarlo porque ya se viaja en avión y no en barco, quizás es una palabra más bonita, pero un expatriado nunca se embarca, porque sabe que su aventura tiene fecha de caducidad, con un olor tan característico que le recuerda incesantemente su condición.

Creo que la visión positiva, no forzada, sentida, es pensar que con este devenir de las cosas el mundo se ensancha, que lo ideal sería lograr que allá donde uno pusiera aleatoriamente un dedo en un mapamundi encontrara algún amigo cerca.

Alejandro, confío en que nos veamos este año en los EEUU.

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