domingo, 4 de octubre de 2009

Praga, la de la República Checa

Desde mi óptica snob y burguesa, me atrevo a decir que Praga me ha decepcionado. No se puede resumir diciendo que no es bonita, pero no es como se pinta en las guías ni como te la cuentan los que la han visitado. De todos los que conozco que han ido, sólo uno se atrevió a minusvalorarla, “no es para tanto”, afirmó, “sólo la plaza de la ciudad vieja, el paseo hasta el castillo y el puente de San Carlos merecen la pena”. Demasiados turistas, una sensación de ser un figurante de “El show de Truman”, de querer ser Praga una Praga anterior, caricatura de otra quizás más gloriosa, con más glamour y kafkas, la de cuando aún era Checoslovaquia, la de la primavera, la que rompieron los tanques, esos de donde vengo, de Varsovia, cuando aún no había dado mis primeros pasos.

Empedrado o pavés, no rima con tacones, y eso resta glamour, solo alguna se atreve con ese firme. Destrozagemelos o machacatobillos, eso si rima con empedrado, sufriente no consonante, porque, eso si, debe uno pegarse un pateo importante por Praga y dejar algún que otro músculo o articulación dolorida.

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