sábado, 24 de noviembre de 2012

Birusca

Esta mañana me levanté con un ruidillo en los oídos, que en un primer momento pensé que no era nada más que una señal de haber dormido sobre uno de ellos. Al salir de la ducha, el ruidillo se fue convirtiendo poco a poco en un sonido, lejano, casi imperceptible, pero ya había cambiado de categoría, incluso podría decir que tenía un cierto parecido con un ritmo. Me resultaba familiar, pero no sabía porqué.

El sonido, que ya para entonces había abandonado definitivamente el estatus de ruido, se fue aclarando, de modo que, camino de la oficina, ya era, inequívocamente, aunque a un volumen bajo, una música.

Con una mañana de trabajo ajetreada, no pude centrarme en la música, hasta que, a mediodia, en un descanso, pude distinguir que lo que sonaba era una melodía tocada con una trompeta, y entonces me di cuenta que esa música venía de dentro.

Venía del corazón.

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