un día me encontré a un tipo en un tren, de esos que parecen no ir a ningún destino concreto, que sin presentarse, me miró y me dijo que llevaba toda la vida jugando al póker, que conocía perfectamente las cartas que tenía cada jugador únicamente por como sostenían la mirada, y que por la mía sabía que no tenía ningún as en mi mano.
me pidió el último trago de la botella de güiski que llevaba a cambio de un consejo para saber jugar bien mis cartas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario