miércoles, 4 de abril de 2007

El gilipollas

Mocos aparte, todos sabemos que el mundo es un pañuelo. Y si utilizamos de premisa mayor que el mundo es un pañuelo, y de menor que Salta es más pequeña que el mundo, por un sencillo silogismo se puede concluir que Salta también es un pañuelo. Pues bien, en el pañuelo de Salta, volví a encontrar al moco del gilipollas de hace unos días (ver http://viajesdesantirubin.blogspot.com/2007/04/el-ltimo-tour-cachi.html).

Ayer regresaba de Salta para BsAs con LAN Chile, en un viaje normal y corriente para mi, es decir, prácticamente entero durmiendo, pero que salió con casi una hora de retraso. Lo que se dice siempre en estos casos, yo creía que Iberia era la peor compañía aérea del mundo, pero hay muchas que le hacen la competencia y nos generan una duda razonable. En la espera para embarcar me fui a la cafetería del aeropuerto, y fue ahí donde apareció de nuevo nuestro amigo el gilipollas. Hice lo posible por no saludarlo cuando pasó cerca de mi y se quedó mirando, supongo que para decirme alguna faltosada.



Resulta que, al bajar del avión, ya en el Jorge Newbery, en la cola de los taxis se formó un pequeño revuelo porque un taxista se coló y una especie de policía que había por allí le llamó la atención, pero el tío no se quería salir de la cola e impedía que los demás taxistas avanzaran. Uno de los que estaban más cerca del policía era el gilipollas y, como no podía ser de otra forma, montó el pollo. El poli terminó amenazándole con marcharse para su casa (???) porque era tarde, casi la 1 de la mañana, y la situación se calmó cuando se le convenció al taxista jeta de que saliera de la cola. Esperpéntico, pero no acaba aquí. Resulta que el gili venía cargado de maletas de las cejas para abajo, y, cuando llegó el taxi que le tocaba, éste era de los que funcionan con gas y el maletero lo tiene ocupado parcialmente por el depósito, por lo que el gili exigía otro distinto. Otros 3 ó 4 minutos de semi-tensión y el tío que organiza la cola que mira a ver quien se decide a tomar el taxi en cuestión, mira para mí, me pregunta y, aunque estaba el séptimo u octavo en la cola, salté una valla y entré en el taxi.

Al subirme, él taxista se explayó con nuestro querido amigo el gili:

- (forzando acento porteño) Ese tipo es malo. Bueno, no digo que sea malo, es mala persona. Y su mujer, igual que él.

Le conté la anécdota del gilipollas en el viaje a Humahuaca, para que se calmara, pero tuvo el mismo efecto que tirar queroseno a una cerilla. Utilicé entonces el truco mundialmente extendido para calmar a un taxista, bueno, podemos decir que a muchos hombres, que fue preguntarle por el partido de Boca de esta semana, y, por arte de birlibirloque, que diría Carlos Cano, el taxista se calmó.

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