viernes, 25 de febrero de 2011

Vientos de cambio

Ninguna conversación es banal, estoy convencido. No soy tan listo como el mercader que charlaba con el plantador de dátiles, pero seguro que algo aprenderé de dos de ellas que he tenido hoy.

Estamos cambiando de oficinas, para la semana que viene estaremos ya alojados en las nuevas y hoy, con la vieja oficina patas arriba, los armarios desmontados y casi vacía, la sensación era extraña. Estuve hablándolo con una compañera, a quien hace unos meses se le murió su novio en un accidente de tráfico volviendo de vacaciones, y me hizo un comentario sobre los tiempos de cambio. En la vida, lo que uno cree que es para siempre es temporal, y lo que se plantea por un tiempecito, acaba siendo definitivo.

La segunda de las conversaciones fue con el taxista, camino del aeropuerto. Tenía ganas de hablar (él). Estaba separándose de su mujer, la cual estaba intentando "robarle" (empleó textualmente la palabra "steal") porque decía que no se merecía la mitad de los bienes que le concede la ley. Sus hijos, una chica de 37 años, casada y con dos hijos, y un chico de 27, se habían puesto de parte de su madre. Se apellidaba Bach, y su abuelo había sido un alemán expatriado alistado en la legión extranjera de Napoleón y que se quedó en Polonia, atraído primero y atrapado después por el canto de una sirena polaca de secano. El atentado a las torres gemelas le pilló de vacaciones en Lloret de Mar. Estuvo trabajando durante años en EEUU, como entrenador de fútbol de diferentes universidades hace unos 20 años, y cuando regresó a Polonia fue segundo entrenador del Legia Varsovia. Todo un personaje.

La vida en Varsovia se mece al ritmo que marca el viento. Viento de cambio.

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