domingo, 7 de noviembre de 2010

Das Kapital

Sonsoles, la dueña de la pensión del número cincuenta y siete, próxima a Bárcenas, le alojaba por compasión, desde hacía al menos dos años, en una habitación de apenas cuatro metros cuadrados reconvertida para él desde su anterior uso de trastero. Un compañero de su último trabajo le había regalado un ejemplar de bolsillo de "El capital", y, con la colaboración del azar de un dado y la resignada comprensión de la dueña, había empapelado las sucias paredes del cuartucho y aquel techo gris, siguiendo un orden medidamente aleatorio, con las páginas impares del libro, en las que, con cuidado desorden, había subrayado a lápiz las palabras capital, proceso y plusvalía.

Desde la entrada de la pensión a la mellada puerta de su habitación llegaba tras justamente siete pasos, que marcaba con geométricos movimientos de caballo de ajedrez, como trazados con escuadra y cartabón, sobre las gastadas baldosas blancas y negras del rellano.

En los casi tres meses que malviví allí cuando llegué a Madrid, me lo crucé seis o siete veces. Siempre llevaba el mismo abrigo.

Nunca me saludó.

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