domingo, 6 de junio de 2010

Sobre la tendencia natural al (des)orden

Muchas veces me he preguntado para que me han servido asignaturas que he estudiado, y, en la mayoría de los casos no he llegado a ninguna conclusión que me satisfaciera, porque lo más sencillo es decir "eso no me va a valer para nada". Es posible. Pero de vez en cuando me sorprendo o aplicando leyes y teoremas que alguna vez estudié, o creyendo que el mundo está sucediendo de acuerdo con ellos. Posiblemente hasta sea lo mismo. Tampoco me importa.

De tanto observar, que es un estado de ánimo como otro cualquiera, o fruto de uno de ellos, he venido fijándome últimamente que la vida es una sucesión de situaciones que van ordenándose, o desordenándose, no lo tengo aún claro. Envejecer, por ejemplo, sigue un orden natural, o eso creo, y sin embargo, me parece que es un proceso que tiende a aumentar la entropia, que es la magnitud que sirve para medir desórdenes.

Hay ocasiones en que el desorden es muy violento, es lo que yo veo, por ejemplo, en la Navidad: cantidades exageradas de buenas propuestas para el año nuevo, por lo menos distintas, riadas de gente por la calle buscando regalos, un número desproporcionado de cenas de empresa, amigos, peñas de quinielistas, asociaciones varias, supongo que entendeis a que me refiero. Estas veces el desorden es obvio, público, atractivo, nos dejamos atrapar por él, nos mola.

Otras veces ese desorden, o ese orden, ya no sé muy bien lo que es, llega de forma muy sutil, casi de puntillas, sin hacer suido, sin querer sobresaltarnos, pero, en un momento dado nos da un cañonazo en forma de noticia repentina: una que se vuelve a su casa al otro lado del océano, otra que queda embarazada, uno que tiene que desplazarse por motivos de trabajo, otro que sigue a una novia por el mundo.

Este último a mi siempre me ha dado miedo, porque sinceramente, pienso que este (des)orden en otras vidas son presagio de un (des)orden en la mía.

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