domingo, 7 de marzo de 2010

Budapest, por Chico Buarque

No deberia uno burlarse de quien está aprendiendo una lengua extranjera. Menos aún cuando ese idioma es el húngaro, que declina con 24 casos, se aprende en casa, no en el colegio, y el único que el diablo respeta.

El martes pasado, en el hotel de Budapest, de madrugada, busqué en los canales de la televisión el noticiario sin fin, quise identificar un grupo de fonemas que poder repetir, incluso esperé ver el Danubio amarillo cuando despegó mi avión de vuelta a Varsovia. Nada de ello fue posible, nada sucede como en las novelas.

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