Bueno, pues el pasado martes 8, fiel a la cita marcada, aparecí a las 11 menos cuarto en Sanidad Exterior. Una vez allí, a esperar turno para pasar consulta y, pese a que éramos 3 gatos contados, entré tarde. Es cierto que, después, me despacharon rápido, pero creo que las recomendaciones que me dieron bien podrían haberlo hecho telefónicamente y así no hubiera perdido tiempo uno de los dos días, adelantándome al desenlace, ya que, de hecho, fueron las mismas que me había dado la amable señora del centro de Sanidad Exterior de León unos días atrás.
En resumen, me dijeron que debía vacunarme de fiebre amarilla (el único lugar de Asturias en donde la venden y la ponen es allí, que casualidad), de fiebre tifoidea y de hepatitis A, además de tomar las pastillitas Malarone (c), que cuestan la friolera de 55 euros la caja de 12. Como recomendaciones verbales más interesantes, las de siempre de pelar las frutas, no tomar nada con hielo, no aceptar caramelos de extraños y no tener contacto con perros o murciélagos. A estas alturas aún no entiendo cual de los dos contactos es más ... ¿extraño? Es obvio que, por la posible respuesta, no me atreví a preguntar que quería decir con lo del contacto con murciélagos, pero después, cuando entre la lista de recomendaciones escritas aparecía "llevar preservativos", me quedé pensando toda la tarde si se referiría a las vampiras del Drácula de Coppola, pero finalmente descarté que me estuviese previniendo de semejantes placeres. Total, que, para poder vacunarme, tenía que ir al banco a pagar la de la fiebre amarilla y a la farmacia a buscar las otras dos. Concerté cita para el día siguiente a las 9 de la mañana y me largué.
Al día siguiente, de nuevo puntual a las 9 y en cinco minutos ya me habían perforado los brazos, me dieron una cartilla internacional de vacunación, un librito amarillo monísimo y, de momento, sin efectos secundarios que yo sepa, a no ser que el que los colmillos los tenga un poco más largos y me estén empezando a crecer alitas tenga que ver con esto. ¿O sí?
Besos a tod@s y hasta el próximo capítulo.
En resumen, me dijeron que debía vacunarme de fiebre amarilla (el único lugar de Asturias en donde la venden y la ponen es allí, que casualidad), de fiebre tifoidea y de hepatitis A, además de tomar las pastillitas Malarone (c), que cuestan la friolera de 55 euros la caja de 12. Como recomendaciones verbales más interesantes, las de siempre de pelar las frutas, no tomar nada con hielo, no aceptar caramelos de extraños y no tener contacto con perros o murciélagos. A estas alturas aún no entiendo cual de los dos contactos es más ... ¿extraño? Es obvio que, por la posible respuesta, no me atreví a preguntar que quería decir con lo del contacto con murciélagos, pero después, cuando entre la lista de recomendaciones escritas aparecía "llevar preservativos", me quedé pensando toda la tarde si se referiría a las vampiras del Drácula de Coppola, pero finalmente descarté que me estuviese previniendo de semejantes placeres. Total, que, para poder vacunarme, tenía que ir al banco a pagar la de la fiebre amarilla y a la farmacia a buscar las otras dos. Concerté cita para el día siguiente a las 9 de la mañana y me largué.
Al día siguiente, de nuevo puntual a las 9 y en cinco minutos ya me habían perforado los brazos, me dieron una cartilla internacional de vacunación, un librito amarillo monísimo y, de momento, sin efectos secundarios que yo sepa, a no ser que el que los colmillos los tenga un poco más largos y me estén empezando a crecer alitas tenga que ver con esto. ¿O sí?
Besos a tod@s y hasta el próximo capítulo.
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